Recuerdos de Filomena

Recuerdos de Filomena

En Madrid capital rara vez nieva. Cada año se esperan una o dos nevadas, que causan algún trastorno en el tráfico y de paso alegran el día a niños… y no tan niños. En un par de días a lo sumo, la nieve se convierte en barro y todo vuelve a la normalidad. Pero esta vez iba a ser diferente. Se había anunciado una “gran nevada”, pero pocos imaginábamos que iba a ser la mayor que hubiéramos visto en nuestras vidas (¿y veremos?).

Filomena” era el sexto nombre en cartera para la temporada de borrascas de gran impacto 2020-2021 elaborados por la AEMET, después de “Ernest” y antes de “Gaetan”, y dentro de poco, a pesar de ser un nombre “raro”, nos iba a parecer como de la familia…

Coches, carreteras, casas, ventanas, mesas… todo iba a quedar sepultado bajo la nieve en cuestión de un día, dejándonos escenas urbanas increíbles.

Cientos de personas se lanzarían a las calles a fotografiar con sus móviles lo increíble, lo nunca visto… incluido el efecto de la contaminación lumínica, que propició que en la ciudad no se hiciera nunca de noche…

Como fotógrafo de naturaleza, yo estaba deseando justo lo contrario: salir a la naturaleza con mi cámara. Pero mi coche continuaba varado en la edad de hielo…

Por fin, se me presentó la oportunidad. Un buen amigo me ofreció transporte y no lo dudé (¡gracias Dani!). Cuando haces cosas por los demás, los demás hacen cosas por ti… de manera que puse rumbo al amanecer en la nieve.

La inclinación de los rayos del sol cuando éste se sitúa por debajo del horizonte o en los primeros momentos posteriores a superarlo, hace que las longitudes de onda de la luz que nos llega sean aproximadamente de 7000 Å (Angstroms), o lo que es lo mismo: en un precioso tono rojo-anaranjado. Si además la superficie que baña es el blanco de la nieve virgen, el espectáculo está garantizado.

Cuando hay una nevada intensa, el campo se convierte en un lienzo blanco donde se pueden leer las huellas de la noche.

Para los animales, la vida es dura siempre. Ellos tienen una hipoteca que pesa como una losa. Cada día tienen que hacer frente a dos hechos que condicionan su vida: buscar comida y evitar ser la comida de otros. Con una casa a la intemperie, y con la nieve y frío extremo, todo eso puede complicarse peligrósamente…

Especialmente para los más pequeños. Muchos animales no llegarán al próximo invierno… aunque no creo que sea el caso del simpático gazapillo que me dejó acercarme tanto, tan curioso como yo, pero eso sí, siempre cerca de la boca de su madriguera convertida ahora en iglú…

Los maestros del aire buscan su oportunidad. Seguramente ellos lo tienen un poco más fácil estos días. Y yo juego a imaginarme cómo se ve la ciudad subido a sus alas…

Y hablando de jugar: la imaginación es libre…

Ojalá “Ares” hubiera sido un lobo de verdad en medio de la nevada más grande que he vivido, pero no, es “solo” un enorme perro lobo checoslovaco. Soñar es gratis…

Y tras la tempestad llega la calma. Como en una fábula, los árboles alargan sus ramas para tocarse y sentir al menos la alegría de estar juntos cuando arrecia el frío…

El atardecer atempera con sus colores a la naturaleza desatada. Filomena se va por fin, y nos deja un reguero de problemas pero también imágenes que siempre llevaremos con nosotros.

 

 

 

 

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