Aunque parezca está ahí a tu alcance, no todos los días tienes el privilegio de ver amanecer. Y no todos los días una fina neblina lo adorna haciendo posible fotografiarlo casi a placer, recortado contra el cielo. Es un regalo pequeño pero te anima a pensar que pase lo que pase, al final siempre sale el sol.

El rocío perla la mañana y el olor a hierba mojada viene a recordarte que la primavera está cerca.

 Los cantiles y cortados se desperezan junto al río, donde los animales acuáticos han empezado ya con sus quehaceres.

El cormorán ya ha tomado su baño y ahora necesita secar sus plumas, sin olvidarse de las dos caras. Lejos de ser entéramente negro, sus los primeros rayos de la mañana le arrancan unos preciosos brillos iridiscentes, que van desde la gama de los verdes a la de los malvas.

Un milano se despereza en su enmarañado  dormidero, y parece que no tiene prisa por empezar la jornada.

No como el aguilucho, que pide pista a través de las ramas. No es su elemento, así que debe sobrevolar las cañas altas, su elemento natural, donde se siente a gusto y donde encontrará la comida del día.

Los cortados son testigos de su vuelo plano, suave y elegante, como lo ha sido este amanecer.