Vuelta al Hospital Niño Jesús

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Vuelta al Hospital Niño Jesús

Sí, de vuelta. Yo ya había estado aquí. Ahora, gracias a la Fundación Aladina pude contactar con los médicos del Hospital Universitario Infantil Niño Jesús de Madrid, quienes se mostraron muy dispuestos en todo momento, y me invitaron a ser parte de las actividades de animación para los niños ingresados en el hospital.

El Hospital infantil Niño Jesús es como el país de Nuca Jamás para cuando estás malito. Ojalá estuviera vacío porque no hubiera niños enfermos, pero como eso es imposible, al menos que cuando haya que pasar una enfermedad lo hagas con el mejor ánimo posible, y por supuesto, en las mejores manos. De eso se encargan médicos, enfermeras, cuidadores, voluntarios, personal de limpieza… es algo que flota en el ambiente desde que pones un pie allí.

En la primer planta, nada más salir del ascensor a mano derecha hay una rampa que te transporta a otro nivel. Y no es otro nivel en sentido físico, más bien de energía. La luz del sol entra por los ventanales y se desparrama inundándolo todo. Hay un pasillo largo flanqueado por árboles de colores, pinturas en las paredes… luz. Hay niños por aquí y por allá, algunos serios, otros asustados; algunos ríen, otros lloran… lo he visto. Es la vida misma. Nada como una visita a un hospital para darse cuenta de la felicidad es la ilusión del que se cree invulnerable.

Pero la enfermedad forma parte de la vida y se trata de mirarle a la cara y sonreirla. Y sí,  para eso he venido, para ayudar a sacársela a los niños. Y si de paso les enseño algo de animales… y de magia… pues mejor que mejor. Eso es lo mío, no tengo duda, y allá voy.

Todos los días del año, a las 6 de la tarde, las puertas del cine teatro del hospital se abren con alguna actividad que voluntarios como yo vienen a traer a los niños. En la puerta hay una placa que dice que Tom Holland (el nuevo spiderman) inauguró esta sala en junio de 2017. ¡Qué suerte has tenido Tom! De inaugurar una sala en la que voy a actuar yo… jejejeje… es broma. Me encanta Tom y la suerte es mía.

Coloco mis cosas en el escenario, conecto el portátil, el sonido… es increíble lo “expansivo” que puedo llegar a ser con mis trastos. He hecho unos pósters y unas postales para la ocasión, espero que les gusten!

He preparado unos juegos con el móvil para que la charla sea interactiva y no se me duerman… ¡tengo unos premios! unos libros antiguos de la asociación (FONAMAD) llenos de fotos increíbles de animales. Estoy seguro de que les va a encantar…

Y así es. Vienen Noa, Nerea, Aritz, Emilio, Beni… vienen médicos, madres, padres, voluntarios… algunos niños vienen en pijama y zapatillas… algunos con el suero enchufado. Yo no veo pacientes, veo niños. Me veo a mí. Y lo doy todo. Les hablo de mis animales, de mis fotos, de mis historias… quiero enseñarles cosas, hacerles cosquillas a su imaginación… y tocar su corazón. Lo veo en sus caras, les gusta. Están pasando un buen rato. De eso se trataba. Termino la charla, quieren más juegos… ¡bien! ¡Tenía otro preparado por si me lo pedían! (en realidad les he provocado yo). Jugamos, reímos, se sienten importantes, aprenden, se asombran con el vuelo de los búhos, con las huellas de un lince y con los ratones costureros…

Quieren que les firme mi libro. Menos mal, es mi parte favorita, pensaba que no me lo iban a pedir… vuelco todo mi cariño en cada firma, casi me acuerdo de todos los nombres que he firmado, pasan a ser mis amiguitos, para siempre. Quiero que me ayuden a cuidar de los animales cuando sean mayores, que sean guardianes. ¿Lo habré conseguido?

Terminamos, hablo con algunos padres de sus enfermedades. Algunos saldrán pronto, otros no tienen tratamiento. Se me parte el alma pero lo único que podemos hacer es esto. La vida es esto: seguir adelante, hacer todo lo que puedes, luchar, apoyarte en los demás, ponerte en manos de estos héroes que son los médicos y mientras, por el camino… intentar SONREIR porque a veces, las sonrisas curan más que las medicinas.

Recogemos, hoy he tenido la ayuda de mi compi Silvia, ¡menos mal! Son muchos trastos y normalmente acabo agotado… pero hoy no. Hay algo en lo de hoy que me da fuerzas, vitaminas para el corazón.

Uno de mis cuentos favoritos, “El Cascabel de los deseos” habla de cómo el ratón costurero le robó un cascabel mágico al gato. Tengo ese cascabel. Lo saco y se lo enseño a los niños. Les cuento que es mágico de verdad, que si lo coges en tu mano y lo agitas mientras cierras los ojos y piensas en tu deseo muy fuerte, se te concede.

Es mi momento preferido de las charlas. Los niños me lo piden, lo creen de verdad. Lo cogen en su mano, cierran los ojos, lo hacen sonar y piensan en sus deseos… los padres también lo hacen. Este momento casi me hace llorar.

Es un cascabel mágico de verdad. Lo sé porque cuando era niño estuve ingresado en este mismo hospital y le pedí al cascabel ponerme bueno… y volver un día para dar gracias a los médicos y a mis papás por traerme… y también para ayudar a otros niños como yo a que lo superen.

Hoy me lo ha concedido, y no puedo ser más feliz. A lo mejor la felicidad es simplemente eso: dar todo lo que tienes.

 

 

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