Hojas en la mochila

Hojas en la mochila

Termina el viaje fotográfico por un otoño de cuento de hadas, de los que tanto me gustan. Viaje en coche, gasolinera, café, llegas a casa, maletas… al día siguiente se trabaja, las hadas huyen despavoridas y el cuento se acaba. Pero dos días después abres la mochila y una insignificante hoja que ha viajado de polizón junto a los objetivos, es suficiente para traerte a la memoria todo lo que has vivido. Una sola hoja y tu mente se vuelve a pintar de colores.

Estás en mitad del bosque. Dejas la mochila en el suelo para sacar la cámara, montar el objetivo, el filtro, el trípode… y en ese corto lapso una de las hojas que llueven de los árboles, aterriza en la mochila y espera su momento. ¿Alguna vez te han llovido hojas en otoño? Es un momento precioso.

Saco las hojas de la mochila. Están secas y ya rígidas, a punto de romperse en pedacitos. Nada que ver con las miles y miles de hojas que tapizan el suelo del bosque y no dejan ver las raíces de los árboles. Nada que ver con las hojas de colores que la lluvia pega a la madera, como una calcamonía, pero natural.

Tienen un color marrón apagado, un poco triste. Allí en el bosque eran verdes, amarillas, naranjas, rojas… era un auténtico festival de colores, y todas brillaban por la humedad. Eran como guirnaldas en una verbena, como luces en los árboles de navidad, como flores en primavera.

Pasará este otoño, pasará el tiempo…, pero todo ese bosque de colores se te queda en la retina, y más adentro. Y bastará una sencilla hoja en la mochila, en el momento adecuado, para que las imágenes te devuelvan el olor del bosque mojado, el color de un atardecer dorado, el brillo del musgo agarrado a las raíces de las viejas hayas, el murmullo de las hojas lloviendo sobre ti.

 

2 comments

  1. Precioso. Gracias a las palabras tan bien elegidas y las fotografías tan maravillosas, me ha hecho vivir el otoño y más este año, que unos pocos y gracias a sus ineptitudes, impiden que cuidemos, visitemos y rezemos a nuestros muertos.

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