Cuando yo no era aún fotógrafo (ni de naturaleza ni de nada), veía la revista IRIS que edita la Asociación Española de Fotógrafos de Naturaleza y pensaba que eran los óscars de la fotografía: se mira pero no se toca. El olimpo de la fotografía de naturaleza en formato condensado, como los frascos de colonia de las caras.

Siempre me fascinaron los animales. Y las historias. De pequeño soñaba con tigres, leones, elefantes… animales emblemáticos. Un día me hice fotógrafo. Poco a poco empecé a descubrir que los animales y la naturaleza no eran solo patrimonio de los documentales de la 2… o de las revistas de fotografía. Estaban ahí, muy cerca, esperándome. Y no eran los animales con los que soñaba de niño. De repente descubrí seres aún más fantásticos que un tigre o un león, casi sin salir de mi ciudad.

Pero tenía que aprender la técnica, mejorar, hacerme fotógrafo.

Y me lancé a ello con la misma pasión con la que me embarco en todo lo que me sale del corazón. Fotografié cientos de mariposas, fascinado por la fragilidad y belleza de algo tan pequeño pero tan lleno de magia. Aprendí a acercarme, a enfocar, a iluminar… pero sobre todo, a plasmar mi propio punto de vista. Y buscando magia me encontré una mariposa especial con la que no había ni soñado de niño. Algo verdaderamente espectacular, que si observas bien de cerca no puedes por menos que admirarte. Y quise contar su historia, desde un punto de vista diferente.

Hoy tengo la IRIS en mi mano. La hojeo y al llegar a la página 76 el corazón me da un vuelco.  Un reportaje sobre esta increíble mariposa, mi reportaje. Ilustrado con (está feo que yo lo diga, pero lo pienso), estupendas fotografías. Aquí, por increíble que me parezca, en el olimpo, en la IRIS. Ésta es una más de las sorpresas que me depara la vida desde que sigo este camino, y estoy muy ilusionado y agradecido.

 

Buscando magia, la magia me encontró a mí.

Puedes leer el artículo completo aquí: Isabelae, el juguete de la luna