Guadalquivir: y lo demás son historias…

Guadalquivir: y lo demás son historias…

Si las imágenes que desfilaban ante mis ojos echaban una instancia para grabarse en mi cerebro, fueron realmente el sonido, la música y en especial la historia, entretejida de voz y de palabras, quienes pondrían el sello a la solicitud.

Tuve la gran suerte de asistir al preestreno ayer en Madrid de “Guadalquivir”. Pensaba que me iba a deleitar con grandes imágenes de Naturaleza, y lo hice. Pero me sorprendió mucho encontrarme realmente con otra cosa.

La narración de una muy inspirada Estrella Morente y para mi sobre todo el guión y el texto de Fernando López Mirones (pura “proesía“, lo que yo llamo “prosa poética” al más puro estilo Joaquín Araujo, prologuista del preestreno por cierto), resultaron una maridaje perfecto para servir las imágenes a la cadencia y ritmo adecuados, dando sentido a todo lo demás. Porque, no nos engañemos: hemos visto ya de todo. La diferencia está entonces, en cómo se nos cuentan las cosas.

Si veo una bandada de flamencos sobrevolando un río, me gusta. Si los veo mientras escucho con nitidez el batir de sus alas, me encanta. Si a la vez escucho la guitarra de un Carmona y un flamenco-sinfónico de calidad, me emociona. Pero si alguien me cuenta mientras siento todo eso que el ave rosa de la “flama” es el Ave Fénix de los romanos, quemado por el sol y renacido de sus cenizas, esta escena en su conjunto no se me olvidará en la vida. El coro de imágenes, sonidos, música y voz orquestado para mis sentidos alcanza su máximo esplendor y se sublima en mi memoria.

Me parece que estamos ante algo más que un documental de naturaleza. El documento audiovisual nace con la vocación de informarnos, de enriquecer nuestro conocimiento. El documental artístico nace, vive y respira para deleitar los sentidos y enriquecer nuestra alma. Las emociones no se explican, hay arrancarlas de lo más hondo.

Guadalquivir” coquetea con el arte destilando clase y buen gusto en cada segundo de su metraje. En el eterno debate entre calidad técnica y sensibilidad artística, imagen o historia, documento o sentimiento, “Guadalquivir” inaugura una nueva categoría.

Quiero agradecer a todo el equipo de la película: Joaquín Gutiérrez Acha como director, a los montadores de sonido, músicos, producción, etc… el haberla hecho posible, pero en especial, quiero destacar la labor del guionista Fernando López-Mirones a quien descubrí ayer mismo, por su gran sensibilidad, por su ejemplo y por haber elevado al cielo del Águila Real, una sinfonía de escenas hiladas con frases memorables de las que se clavan en el corazón. Y lo demás son historias.

“Desde hace más de quinientos años, las cartas marinas señalan a este lugar como uno de los más peligrosos del Mundo.
De estas aguas zarparon las naves que demostraron que la Tierra era redonda.
Los navegantes hablaban aquí de Los Cinco Vientos Morenos, que les ayudaban a entrar.
Este era el límite último antes del temido Mar de las Tinieblas.
Los antiguos árabes temblaban en esta costa ante el Gran Océano, al que denominaron El Circundante… tan diferente, que lo consideraban el extremo occidental del Cuarto Clima…
El Río Grande de aquellos pastores de toros, no quiere llegar al mar, por eso abre su boca para morir”.

(Del guion original de GUADALQUIVIR. F. López-Mirones).

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