Experiencia Lince

Experiencia Lince

Para planificar y embarcarte en una aventura fotográfica (como para cualquier proyecto en la vida, y especialmente si se trata de fauna salvaje), se necesitan buenas dosis de ilusión: tienes que creer que será posible. Si no, mejor no sales del sofá. Ahora bien, la naturaleza tiene sus propios códigos, sus épocas, sus momentos… y su buena parte de imprevisibilidad.

Empezaba esta aventura de intentar fotografiar al lince ibérico (y van…), con toda esta ilusión, pero a sabiendas de que era una apuesta arriesgada, aunque con mucho que ganar. Principios de primavera no es quizá la mejor época para ver al lince en libertad, con la despreocupación por el celo ya pasada, y con los cachorros aún demasiado pequeños. Por otro lado, la hierba alta y la exhuberancia del campo promete fotos memorables, pero al mismo tiempo dificulta la visión.

El lince se ha salvado in extremis de la extinción gracias al trabajo de muchas personas y a los fondos recibidos por parte de la unión europea para invertir en programas de conservación como IberLince. Gracias a ello, parece que las próximas generaciones podrán seguir disfrutando de uno de los felinos más bellos que podemos encontrar en la naturaleza, y desde luego en España.

El monte bajo mediterráneo, es el hogar predilecto del lince, con un paisaje típico de encinas, herbazales, lentiscos, retamas… salpicados de canchales y pedreglaes desde donde el felino gusta de otear el territorio o buscar cobijo durante las horas de calor.

Sus presas por excelencia, conejo y perdiz, deben campar en abundancia para que el lince pueda sobrevivir y sobre todo criar. Ambas especies, en especial el conejo, son la base de su recuperación.

Águila imperial, real y perdicera, elanio, cernícalo, abejaruco… acompañan al lince desde el cielo. regalándonos su espectacular silueta en vuelo. Otros más tímidos como el mochuelo común encuentran en los huecos de las encinas sus hogares.

Dos días en busca del lince y una observación sin posibilidades fotográficas reales, te dejan una sensación amarga y muy desilusionante, a pesar del esfuerzo de nuestro guía de LynXperience.

Pero a medida que pasan las horas y vas reflexionando, te das cuenta de que no todo es fotografía. La naturaleza, los animales, no están ahí para servir a nuestros propósitos. Solo podemos aspirar a compartir momentos de nuestras vidas en su hábitat. Ver el paisaje que ellos ven. Oler los olores de su territorio, sentir el sol, la lluvia o el viento. Compartir el rojo de un amanecer. Pisar donde han pisado. Y con suerte, solo con suerte, tal vez llevarte alguna fotografía. El valor real es la experiencia de compartir espacio y un momento de tu vida en la naturaleza salvaje.

La fotografía tiene la magia de descubrirte detalles que tal vez te pasaran desapercibidos, como una mirada vigilante entre la hierba. Me quedo con eso.

 

 

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