En las montañas del Lobo

En las montañas del Lobo

En esta entrada no verás fotos de lobo, no pude fotografiarle porque no le vi. Y sin embargo su espíritu estaba allí: me crucé con él en sus montañas nevadas.

Pisar el mismo suelo solo unas horas después. Sentir su presencia. Saber que allí mismo campea y caza, aúlla y vive. Compartir la tierra, por unos momentos. Su presencia no solo deja huella en la nieve, también en mi memoria.

Miro a las montañas, la niebla lo envuelve todo y en el suelo la nieve hace que cielo y tierra se confundan. Este es el escenario perfecto para ser libre.

Su majestad baja de las nubes y me regala miradas de acero y un porte poderoso.

La simple vista de sus garras hace que te preguntes si tendrías posibilidades bajo su puño de hierro. La respuesta es: ninguna. En estas montañas no hay puñales más mortíferos que los de sus dedos.

Lo saben los merodeadores, a los que no les queda otra que hacer su ronda cuando las luces se apagan. El manto blanco es como un papel donde van firmando uno tras otro los habitantes de la noche…

Y cuando el frio y la oscuridad se adueñan del paisaje, los mustélidos buscan combustible para poder mantener su incansable actividad. Se deslizan por la noche como fantasmas y su agilidad solo rivaliza con su belleza. La preciosa marta sale de su encame y parece pedirle a la luna que la bañe con su luz.

Pero si hay alguien que vive para jugar y juega para vivir es la nutria, que es a los ríos lo que los pájaros son al aire: un adorno para la vida, la simpatía hecha animal, si eso es posible…

Aunque esos ojos vivarachos y esa sonrisa esconden la ferocidad contenida que todo depredador necesita para sobrevivir…

Se despereza un nuevo día pero no mucho, ya que las nieblas persisten en estas montañas. Por eso los pequeños voladores sacan sus colores para pintar de alegría una mañana lluviosa y gris.

Vienen y van dejando estelas fugaces de azules, rojos, naranjas, amarillos… una fiesta para los sentidos.

El lobo guarda estos secretos.

Conoce a sus merodeadores porque los huele, los intuye, los respeta, los caza.

Vive y seguirá viviendo en su montaña, mientras pueda.

Siempre precavido, siempre alerta… dejando siempre su marca.

Espero que el camino me traiga pronto de vuelta a sus montañas…

P.S.: Mi agradecimiento a Jorge y Pablo del equipo de Wild Watching Spain por el trato profesional y amable dispensado…

 

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