COMO UNA ARDILLA
Esta mañana me regalé una sesión de fotos con estas simpáticas amiguitas; temprano a un parque urbano donde están más que acostumbradas a la gente. Nada más llegar cuatro o cinco de ellas tenían un jolgorio montado que no veas… corriendo de rama en rama, jugando… parecían totalmente indiferentes a mi presencia, nada intimidadas por mi intimidante teleobjetivo de 600mm.
De repente, una de ellas baja del árbol y se interesa por mí. Se me acerca poco a poco, curiosa, dando saltitos… y cuando todo parecía indicar que iba a trepar por mí para ver si le daba algo de comer, un perro viene a aguar la fiesta ladrando como un poseso… la pobre ardilla se sube de nuevo a su árbol huyendo despavorida, y yo me quiero cargar al perro que acaba de romper el hechizo.
La ardilla le chilla al perro (o a mí por no haberla avisado, quien sabe) cabreada como una mona desde lo alto , y entre el susto y el calor, se acomoda en una rama despanzurrada como en el sofá de su casa, para, pocos minutos después, ante mi total asombro, empezar a bajar sus pulsaciones hasta casi quedarse dormida…
Me siento en el suelo observando, en uno de esos preciosos momentos fotográficos en los que no se hace ninguna foto en absoluto.
Salgo del parque, guardo la cámara en el maletero y mi coche pasa por encima de una de esas desagradables masas informes de pelo y sangre reseca adheridas al asfalto. Una ardilla no consiguió llegar al otro lado.
En poco más de dos horas he compartido con ellas una vida en miniatura: intensa, breve, imprevisible, trágica, divertida…
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MUCHAS GRACIAS a tod@s los que habéis dedicado un momentito de vuestras vidas a felicitarme por mi cumpleaños, espero haber podido contestaros a tod@s; os lo agradezco de corazón y os deseo un feliz verano de ardillas (por favor, mirad bien a ambos lados antes de cruzar)