En el alto Danubio, en Viena, es fácil observar cisnes comunes (o cisne mudo, cygnus olor, llamado así porque apenas emite sonidos). Son confiados y están acostumbrados a la presencia humana.
El cisne es un ave particularmente elegante, con el cuello largo en forma de S, y el plumaje blanco. Verlo deslizarse por la superficie del agua con las luces del atardecer es un regalo para la vista.
El famoso “canto del cisne”, un sonido melodioso que emitirían al morir… no tiene ninguna base científica ni biológica, pero ha inspirado mitos y leyendas en la cultura popular desde los tiempos de la Grecia clásica, quienes lo asociarían al dios Apolo (tal vez por su belleza), y le otorgarían esa cualidad de un último canto especial antes de morir y reunirse con su dios.
Es cierto que la subespecie de cisne cantor (cygnus cygnus) tiene un canto melancólico, pero está muy lejos de ser realmente “bonito”. Hay cientos de aves que serían candidatas a un último canto precioso antes de morir…
La propia etimología de la palabra “cisne” (cygnos) e incluso la palabra inglesa “swann” está relacionada con una raiz común que significa “canto”, (lo cual no deja de ser sorprendente, en un animal cuyo canto se asemeja más a una bocina gastada).
Tal vez la necesidad humana de encontrar un sentido trascendental a la vida, y una cierta belleza en el final, se mezclaron para dar origen a este mito, asociando cualidades de belleza a un animal que ciertamente lo es, elegante como pocos.
Idealización de la belleza exterior… ¿nos suena? 😉
Más allá del canto y de las leyendas, si un cisne pasa por delante de tu objetivo, es seguro que intentarás crear una fotografía lo más bella posible, sea con las luces del atardecer y los reflejos dorados en el agua, o con una clave baja buscando el contraste del blanco de sus plumas con el negro del fondo.